He vuelto del país de frontera
del danzarín parlante, de la riqueza indolente, del agua,
con una nueva lengua hablada. El de siempre y distinto.
Es la singular manera de, a la vera,
acompañar el camino.
Sin demora, sin prisa.
Somos, seremos, la primera cohorte del decrecimiento.
No hay proeza en una cena,
no la hay en un anillo.
A distancias medias el tiempo se concentra en un brillo,
fugaz, que titila, iones,
en los campos de estrellas de nuestro continuo,
dendritas y axones.
Enséñame tú.
M.